Breve Historia del Líquido Corrector
1 de abril de 2004 - numero_09
Por: Daniel Millán
Esta historia podría haber sido un triste relato. Imaginemos la situación: los años de la posguerra en Dallas, Texas, una mujer recién divorciada con un hijo y sin trabajo. Esta mujer, para colmo, no estaba capacitada ni para desempeñar sencillas tareas de oficina. Bette Nesmith Graham era una artista, o al menos quería serlo.
La necesidad llevó a esta mujer norteamericana a aceptar un trabajo de secretaria. Sus errores mecanográficos eran frecuentes y el nuevo sistema de impresión que comenzaban a usar las máquinas de escribir no le permitían borrar al antiguo estilo. La desesperación, madre de invenciones, la llevó a un simple razonamiento: “Cómo tapan sus errores los artistas? Lo hacen con pintura. Entonces por qué no puedo hacerlo yo?”
Mezcló adecuadamente témperas basadas en agua en la cocina de su casa y llevó su frasco de “Fuera Error” (así lo llamó), a su oficina. Sus compañeras no tardaron en darse cuenta que sus trabajos lucían impecables y que todo se debía a la pequeña botella que Bette tenía al lado de su máquina.
Bette, sin egoísmos, compartió los beneficios de su idea con sus compañeras. La idea era tan buena que trascendió su oficina y comenzó, ya comercialmente, a aceptar pedidos de otras empresas. El “mistake out” era un éxito.
En 1956 se funda Mistake Out Company, posteriormente llamada Liquid Paper, la cual comienza sus operaciones en la misma casa de Bette. Con una batidora de cocina, mezclaba componentes, su hijo (el que sería famoso por sus propios méritos posteriormente), embotellaba con algunos de sus amigos. Poco mas de diez años después, ya era un negocio millonario.
Bette Nesmith Graham murió en 1980, seis meses después de vender la compañía que la había transformado en una mujer rica y poderosa. Su invención la sobrevive con imaginativas variantes. Su actitud, de mujer valiente y desprendida, es lo que inspira a dos fundaciones que llevan su nombre como estandarte. Estas hacen realidad aquello que Bette pensaba: “El dinero es una herramienta, no una solución”.