Faber-Castell presenta su museo del grafito

27 de noviembre de 2006 - Noticias

La empresa convirtió sus instalaciones históricas de Stein, cerca de Nüremberg, en un testigo viviente de su patrimonio industrial.

Con mucho esfuerzo e inversión, Faber-Castell ha convertido sus instalaciones históricas de Stein, cerca de Nüremberg, en un testigo viviente de su patrimonio industrial. En dos pisos, los visitantes pueden experimentar directamente cómo se fabricaban las minas de lápiz en los siglos IX y XX.

El museo está completo y sus puertas abiertas al público. Una característica única es la autenticidad del sitio. Las instalaciones históricas contienen vestigios de décadas y siglos anteriores. El grafito finamente pulverizado se depositaba en forma de polvo negro brillante en cada superficie; también cubría a los mismos trabajadores y dio lugar al apodo de “escarabajo negro”. El manejo de las primeras maquinarias – desde los molinos de amolar hasta las prensas filtradoras – requería mucha mano de obra y algunas veces exigía un arduo trabajo físico.

Componente inicial en un “hito viviente” de Faber-Castell

Matthias Murko es el jefe del Museo del Patrimonio Industrial y padre del museo del grafito Faber-Castell. Le asigna mucho valor a la pura verdad acerca de las condiciones de trabajo de la época – para preservar la autenticidad de este único testigo de la historia industrial de Bavaria.

El museo de minas de lápiz puede ser visto como la piedra fundamental de la representación total de la historia de los lápices Faber-Castell, el primer paso en la implementación de Vision 2011, un “hito viviente” integral planificado para el 250º aniversario de la compañía. Esto está destinado no simplemente como una yuxtaposición de producción de lápices histórica (manual) y moderna (automatizada). Pintará también un retrato histórico único del negocio de los lápices, de la compañía, y de ocho generaciones de una familia, insertado en un ámbito arquitectónico histórico que se extiende desde el museo del grafito (fábrica Nº 3 junto al río), a través del complejo fabril en forma de U donde se hacen los lápices de madera hasta el castillo y la villa Neukirch sobre el camino principal – sin olvidar una joya neorenacentista, la villa Wilhelm von Faber en las inmediaciones del castillo.

Se gastarán € 600,000 específicamente en este proyecto.

El proyecto del museo del grafito

Convertir los históricos talleres de producción en un interesante museo fue un problema bastante difícil de resolver para los responsables: el curador Matthias Murko, el arquitecto Peter Weidenhammer y el gerente de construcciones Gerhard Lippl. La fábrica anterior, situada en la margen occidental del río Rednitz e iniciada en 1848, es un edificio protegido por su interés histórico y consta de un laberinto de habitaciones en diferentes pisos, que datan de diferentes períodos. El plan era crear una ruta que representara un recorrido lógico y cronológico del proceso histórico de producción. Era necesario instalar escaleras de incendios y luces de emergencia; debían crearse nuevos accesos y escaleras para evitar el tráfico de doble mano en largos corredores sin salida. También resultó ser muy difícil transportar máquinas antiguas pesadas desde el ático hasta los pisos inferiores donde dichas máquinas se exhibirían.

Murko y Weidenhammer adhirieron al principio de “tanto como sea necesario, lo menos posible”. Se mantuvieron las paredes ennegrecidas en su estado sucio original, y cuando fue necesario derribarlas para construir otra habitación, se aplicó incluso un poco de granito pulverizado para lograr la pátina añeja necesaria. Al mismo tiempo, utilizaron técnicas modernas de exhibición con paneles informativos y efectos luminosos. Una visita del museo se torna una experiencia, gracias a las muchas fotografías, grabaciones sonoras y documentos auténticos que acompañan al viajero en el tiempo en un viaje a través de la historia de la industria. Proyectores de video ilustran métodos modernos y más limpios de producción en contraste con las fotos de hace un siglo que reflejan las difíciles condiciones y fervor de lo que era mayormente el trabajo manual. Los paneles de exhibición explican no sólo el proceso completo de la producción de lápices sino también el embalaje y el marketing para una compañía que luego se expandía por todo el mundo.

El tema de la energía no se ha ignorado. Hasta 1955, las máquinas eran impulsadas por medio de ejes y correas desde las ruedas hidráulicas situadas en el río. Luego de ello, se utilizó una turbina para generar electricidad y las diversas máquinas funcionaban por medio de motores eléctricos. La turbina aún sigue en uso, proporcionando un tercio de la electricidad utilizada en el actual complejo fabril. El agua que brota de un manantial justo debajo del edificio es utilizada para refrigeración.

Es entretenido caminar por las antiguas duchas y escuchar furtivamente una conversación que muy bien podría haber tenido lugar a fines de la década del 40. En esta grabación, tres trabajadores conversan en el dialecto local mientras se friegan mutuamente la espalda luego de un arduo día de trabajo.

Valiosos testigos oculares contemporáneos reclutados como asistentes honorarios

Dicha reproducción detallada y precisa de la antigua planta de producción apenas habría sido posible sin la asistencia desinteresada de tres ex empleados: Reinhold Opitsch, Peter Romir y Werner Heller. Opitsch, por ejemplo, comenzó a trabajar en la producción de minas de lápiz a mediados de la década del 50, y como capataz desempeñó un papel importante en la introducción de técnicas y tecnología innovadoras que prepararon el terreno para la planta de producción automática moderna. Estas tres personas retiradas han ayudado incansablemente en el diseño del museo. Aún antes de que comenzara la fase de implementación, ayudaron al archivista de la época a rescatar equipos y muebles antiguos.

Posteriormente identificaron y restauraron los ítems, reconstruyeron un laboratorio de ensayos de minas y se aseguraron de que las máquinas estuvieran dispuestas en un orden coherente desde el punto de vista de la cronología histórica y las etapas de producción. Opitsch, nacido y criado en Franconia, fue también responsable de la conversación simulada en las duchas.

Restauración del edificio y la planta de producción

En el curso de la reconstrucción del museo, se restauraron los talleres de producción aún activos y el edificio mismo. Se invirtió un total de alrededor de 2,2 millones de euros en tres etapas, desde 2002 a 2005, de modo tal de otorgar un brillo renovado y encanto histórico al edificio protegido (partes que datan de 1848, 1860, 1911 y 1922). Se limpió la fachada y se construyó un nuevo techo para reemplazar al destruido en la guerra. Trasladar los equipos desde las diversas habitaciones diseminadas hasta los modernos talleres de producción y adquirir una nueva planta costó otro millón y medio de euros. Se ha calculado un gasto adicional de 4 millones para restaurar los pisos y habitaciones que quedaron desocupadas durante el desarrollo de las obras, de modo tal que en el futuro puedan ser alquiladas para uso comercial

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