La realidad es inapelable y el desafío es ineludible
1 de enero de 2009 - numero_29
{toggle createdate}Hace tiempo mi hermano me regaló ¿Quién se ha llevado mi queso?, un cuento de Spencer Johnson que desde entonces no he cesado de recomendar.Es una fábula en la que sus actores lo han perdido todo, pero que finalmente descubren un contexto mucho más favorable que el anterior.
La moraleja de esta obra sugiere no tenerle miedo al cambio, la idea es moverse con él.
En las crisis hay situaciones que no podemos modificar, pero siempre es posible encontrar un modo de sacarle algún provecho. Un proverbio holandés dice que no se puede cambiar el viento, pero que se pueden construir molinos. Aunque parezca ingenuo no temer al cambio, el realismo recomienda moverse con él.
Una cita forzosa de William George Ward sintetiza lo suficiente: “El pesimista se queja del viento. El optimista espera que cambie. El realista ajusta las velas”.
¿Crisis o evolución?
Tan inevitable es que las crisis provoquen temor, como riguroso es reconocer los cambios que señalan. Algunas crisis marcan un hito en la evolución de la historia, las sociedades y también de los mercados. Cuando un período termina da lugar a otro nuevo, es la apertura de una nueva etapa.
En épocas estables, las empresas operan replicando a situaciones ya conocidas y también a su capacidad de prever tendencias a futuro. Ahora el entorno es incierto y nadie puede establecer con precisión lo que viene en curso; eso no da lugar a repetir más de lo mismo, se precisa reinventar nuestro modelo de negocio. Las turbulencias de la economía global y la complejidad de los acontecimientos, cambiarán los espacios de competencia en el futuro, el escenario será más complicado.
Para la gestión de crisis se requiere de experimentados pilotos de tormentas. Una profesión nada extraña en un continente con constantes cambios en las reglas de juego. Ya tenemos una capacidad de adaptación adquirida, una mayor velocidad de respuesta ante las crisis. La clave es identificar los riesgos y aprovechar las oportunidades, ese es el oficio de un piloto de tormentas.
Al final del túnel
Las crisis tienen dos componentes, uno completamente objetivo que es la realidad, otro totalmente subjetivo que es nuestra reacción ante los acontecimientos. El primero de los componentes no se puede cambiar y está ajeno a nuestra voluntad, mientras que el segundo es controlable, depende de nuestra percepción.
En ocasiones al presentarse una crisis hay empresas que entran en pánico. Replegarse, eliminar empleos, recortar inversiones y suprimir proyectos, ¡Error! Las compañías más fortalecidas son las que atraviesan tormentas, éstas no renuncian a sus estrategias de largo plazo. Durante las crisis las empresas pueden verse en aprietos, pero los negocios no se detienen. La evaluación de los riesgos y la percepción de oportunidades son esenciales. Si bien hay que mantener la operatividad en el corto plazo, no se puede renunciar a los objetivos de largo plazo. Sería antediluviano pensar que alguna crisis dure para siempre, siempre que llovió… paró.
Además de controlar el flujo de efectivo y otros indicadores financieros, no hay que descuidar la imagen institucional y el posicionamiento de la marca, que son activos determinantes para salir del túnel antes que los demás competidores.
En ese sentido el contenido de este número le proporciona información de actualidad y apuntes útiles para su para su gestión.
Disfrute su lectura.